Hay días en que la voz, no tu voz, o la mía, o la de los otros, no, la voz, aquella plural, indistinta, monótona, acromática, se desplaza inconforme entre los oyentes, cual señal aérea, transmitiendo, no se que mensaje, haciendo sonoro cualquier sonido gutural, estentóreo, como la maquina de hacer café, cuando vomita su contenido, solido que transmuta en liquido, un reloj despertador en doscientos gramos ennegrecidos por el carbon y el sol.
Un trozo de mañana que me dispongo a tomar cuando despierto.
Y la voz que viaja, miles de kilómetros por segundo.
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