miércoles, 27 de diciembre de 2023

Escribir es una cosa rara

 Escribir es una cosa rara, es un evento que suele acompañar las madrugadas descafeinadas, cuando el acoso laboral te deja en visto, cuando las luciérnagas nadan en los campos floridos.

Escribir es una plaga, te persigue el agobio de no tener suficientes letras para compartir, de no tener suficientes experiencias para dirimir, o simplemente no contar con los pasos que se requieren para hacer por lo menos un texto decente.

Escribir es un alivio, que se lleva entre los dientes las mejores partes de mi persona, que se atreve a horadar mis heridas y muestra con saña los colgajos de mis penas, escribir se convierte, entonces, en la sustancia cicatrizante que escoce mi alma, que se adentra en ella y se sorprende de la oscuridad que reina, escribir es, esa pequeña luz que atisba las tumbas de mis noches grises.

Escribir es una pena, te da vergüenza decir que lo haces, en medio de tus conversaciones cotidianas, cuando discurren las voces de los otros, escribir parece una maldición al que persigue una pobreza extrema, no es raro saber que de escribir poco se vive, es más se muere, un poco, quizá como una respuesta a la pregunta insondable de la vida, ¿para que vivo?

Escribir es un delito, que se paga con la vida, de donde sale la bala que lleva mi nombre escrito, tatuado su casquete de cobre con mis iniciales, con la trayectoria marcada por campos atómicos certeros, el recorrido del proyectil se traza desde la concepción misma de mi existencia, la vida es un camino recorrido.

Escribir es un delirio, que se plasma en las historias vociferantes e iracundas que se mecen en mi cabeza, en las parsimonias del sonido del tecleo, en las rimas de la calle cuando los automotores suenan presurosos, uno tras otro, con la sonrisa de gato que los elige, el maullido de una moto italika que se estaciona frente a mi casa, con la entrega de polvos mágicos que me engullen, los delirios son la causa y no el efecto.

martes, 28 de marzo de 2023

Mixes



Cuando llegamos, una fila de niños perseguían el carro, pensaban que era un político o alguien famoso, cuando abrimos la puerta, nos rodeaban y querían jugar, tocaban nuestras ropas, la tela de las camisas, el pantalón, las maletas, todos querían ayudar a cargarlas.

Nos estacionamos cerca de una cancha de basquetbol, que fungía como sala de audiencias, sala de eventos, sala de usos múltiples, y además sitio de referencia único del pueblo, mi padre avizo a lo lejos a los parientes que aun le quedaban en ese lugar, pregunto  por sus hermanos, sus tíos, sus sobrinos, algún local lo condujo. Pasamos por innumerables casas, en todas nos ofrecieron comida, trago y café, en todas hacíamos las mismas preguntas ¿ustedes son Vásquez? ¿conocen a Polo?.. Nunca contestaban a la primera, lo de siempre fue, les invitamos a nuestra casa, coman y beban, luego pueden seguir, no sin antes, ya tener en la puerta a los siguientes vecinos que estaban iniciando el mismo ritual, creo que fue por ahí de la quinta casa donde nos detuvimos un poco más, quizá porque mi padre ya había encontrado por fin a un familiar, o porque ya cansados no teníamos fuerza para seguir con el festín, ya era noche, y aun nos faltaba caminar un poco más, la casa familiar donde mi padre había nacido y crecido por algunos años, hasta los diez, si es que no me falla la memoria, que fue cuando  en un acto de rebeldía a su estirpe decidió no terminar como sus hermanos, y huyo a la ciudad, comenzando su vagar por el mundo, esa casa, ya no existía, solo encontramos una casa donde un familiar lejano, quizá un sobrino, quizá un tío, no lo sabré nunca, nos ofreció quedarnos.

En unos camastros forrados de tela de sacos de maíz y con unas cobijas de feria donde el aroma de leña inundaba los rincones de esa casa, dormimos por esa noche, estaba oscuro, como oscurece en esas tierras, una oscuridad total a las ocho de la noche, el aullido de perros, o coyotes, o animales de la sierra se escuchaba en las montañas alejadas, un frió que se hacía cada vez más profundo conforme la noche se adentraba en los huesos, mis ropas de niño no soportaron la inclemencia, me fui a refugiar al carro, donde me arrope con todo lo que traíamos en la maleta, mi padre regreso a la casa del tío-sobrino-pariente. 

Pase la noche con un cierto miedo, asomándome a las ventanas del carro, temeroso por la noche y la soledad, pero nada paso, a pesar de ser un niño pequeño, rechoncho, temeroso  y con ese aspecto curioso, un niño muy temprano estaba jugando con los vidrios de la ventana cuando desperté, subido al capo del carro, dibujando lo que parecían caballos y personas, salí con el cuerpo aterido y me dirigí a la casa del tío-sobrino-pariente, mi padre ya estaba tomando un café que a mi parecer ha sido el más delicioso que he tomado hasta la fecha, el frío calaba.

Afuera de la casa se veía una espesa bruma, resplandeciente, con una luz diurna que se esparcía por todos lados, los primeros albores del día, que se asomaban por la montaña, la tierra húmeda y pegajosa, si no te fijabas podías resbalar y acabar en un resumidero, y solo podrías ser rescatado después de varios días, los pequeños acantilados eran comunes en esa parte de la sierra. Veía como los niños pequeños, algunos incluso descalzos, se movían con facilidad, sus habilidades motoras era extraordinarias, quizá por lo agreste de la tierra, por lo difícil del territorio, tenían una fortaleza que a los años comprendo y admiro. 

Mi padre en su infancia era un niño de esos, y trepaba y trabajaba en los cafetales de la zona, cultivaba y sembraba, desde pequeño adosado al rebozo de mi abuela, iban y venían por los desfiladeros, con una gracia y fuerza que se que herede de alguna forma, pero que jamás desarrolle, a mi me toco piso de concreto, como siempre me dijo mi padre, yo ya nací con sabanas de seda. Entiendo a los años ese paralelismo, ya que comparado con las fibras de los camastros, todo parecía más sedoso, menos rustico. 

Comprendí a mi padre y su deseo de fuga, cuando llegamos un día antes fue día de fiesta, y lo que al pequeño niño que era en ese momento me sorprendió sobremanera, fueron los cuerpos tirados a lo largo del recorrido, no eran pocos, no se cuantos eran, no lo pude contar, pero si eran muchos, la mayoría eran campesinos que habían bebido demasiado "Así murieron mis hermanos" -susurro, y entonces lo supe, no quiso morir de ese modo.

Nunca conocí a mis tíos, a mis abuelos por parte de mi lado paterno tampoco, se de alguno que nos paso a visitar, del que se desprenden algunas anécdotas, aunque en mi vaga memoria, no puedo precisar quien era, supe de algún primo que vivía en USA, en especifico en el Bronx, pero no se más de él. 

Al paso de los años, tuvimos en casa a un nieto sobrino, ¿así se le llama?, era el hijo de uno de sus sobrinos, al parecer esas visitas impactaron en la familia de mi padre y algunos parientes querían que se llevaran a sus hijos en el carro, aun recuerdo esa escena, que no fue grata, pero no fue así como conocí a Javier, él llego a ciudad del Carmen, o al menos ahí lo conocí, joven, impetuoso, con esa mirada fiera, que también conocí en la mirada de mi padre cuando se enfadaba, fuerte y orgulloso como todos lo mixes, con la sangre en ebullición, con el coraje de que los hagan menos, conviví con él, pero eramos de entornos diferentes, siempre me ganaba en el basquetbol, no tenía nada que hacer, mis técnicas elaboradas nunca pudieron competir con la puntería que siempre tuvo,  mi padre lo protegió como otro de nosotros y me dieron celos, celos de hijo, que mi padre se fijara en él y lo tuviera a su lado, pero soporte, nos soportamos y toleramos por algún tiempo, pero un día se fue, quizá fui yo, quizá fue mi comportamiento con él, no lo se, pero un día ya no estaba.

Ahora, después de tantos años lo volví a encontrar, por llamadas, por redes sociales, aun lo veo y por lo que me cuenta, tenemos cuentas saldadas, y veo que le ha ido muy bien y eso me da una alegría inmensa, me recuerda esos tiempos, cuando yo era un joven impetuoso también.

Mi padre lo apoyo en su carrera, y estuvo en su graduación, cuando salio de su universidad, eso le recrimine algún día a mi padre, pero fue más por una cuestión de ego, ya que mi padre si fue a mi graduación, aunque ya no a mi titulación, que fue un año después, pero para esas fechas nuestra relación ya había decaído un montón.

Quizá por eso cuando volteo a ver esas tierras, que he visitado poco, pero que recuerdo mucho, siempre es un recuerdo agridulce, fuimos pocas veces, ya que el camino en aquellos tiempos era tortuoso y muy accidentado, aun recuerdo que en algún punto del camino, las lluvias habían excavado una especie de río en medio de la terraceria, donde los surcos profundos casi imposibilitaban seguir nuestro camino, pero empujando el carro y encontrando la manera de apuntalar las llantas, pudimos sortear el obstáculo, aunque claro, con el debido raspón a la carrocería y golpes en nuestra humanidad, hicieron más ameno el viaje.

El agua también es tema de importancia, aunque Javier me ha dicho que ya todo ha cambiado muchísimo desde entonces, tanto en el agua como en la infraestructura carretera.

En aquella ocasión, para tener agua teníamos que caminar algunas horas hasta un nacimiento de agua, que la montaña decidía no fuera cerca de la comunidad, y teníamos que pasar por los acantilados, y la terracería, el caminar comenzaba desde muy temprano, aun oscuro, y caminábamos con ayuda de alguna linterna que uno de mis primos llevaba, los caminos eran pequeñas veredas en las laderas de la montaña, donde el barro humedecido era lo más peligroso, aun más que las culebras que había por montones, aderezando el recorrido mis primos siempre tenían sus muy propias anécdotas de fantasmas y monstruos que nos iban contando para sazonar el viaje, cuando la luz nos permitía ver un poco más, solo podíamos ver a nuestro primo por delante, muchas veces esperándonos, ya que la neblina no nos dejaba avistar mucho, y que bueno, ya que eso ocultaba los precipicios por donde íbamos pasando, y lo pudimos constatar cuando por algún error resbalamos, tanto mis hermanos como yo terminamos en el fondo de un pequeño barranquito, tuvimos suerte, me dijo mi primo, los que han caído por ahí ya no regresan, o al menos no regresan bien, claro por si hacía falta la aclaración.

Nunca más regrese, solo fui un par de ocasiones, pero vi mi rostro y el de mi padre repetido innumerables veces, también vi las historias de mis primos, algunos en efecto como Javier, pudieron salir de ahí, y triunfar en algún campo social, pero otros, segregados o quizá por el azar del destino, con fortunas menos placenteras.

Las fiestas patronales son muy comunes en la zona, ignoro en realidad cuales festejan o cuales no, pero me toco en una visita corta que hice en alguna ocasión con mi padre, una de esas fiestas, donde las bandas, numerosas y muy ruidosas iban de un pueblo a otro, con una algarabía enorme, con bailes, sonrisas, alcohol y cuetes, la fiesta fue intensa, duro varios días, nos quedamos solo uno, pero fue suficiente, con ello comprendí un poco también lo difícil que es escapar de las garras del alcohol para la comunidad, es una cuestión cultural, y también supe que mis tíos pertenecieron en algún momento a esas bandas filarmónicas, la mayoría de viento, grandes trombones, grandes tamboras, mucho ruido, mucha gente. El sistema social también fue algo que me llamo la atención, existía algo que llamaban mayordomo que era como el encargado de la feria, lo recuerdo porque a mi padre le ofrecieron en algún momento la mayordomía de un festejo, creo que declino amablemente, y también el trabajo comunitario, supe que era ley servir al pueblo, sin remuneración, pero con las atenciones propias de que el pueblo ese año daba comida y sustento a los que se ofrecían de manera voluntaria, digamos que ese era el pago. 

Una vida hasta cierto punto sencilla, si me lo preguntan, quizá en mi vejez me vaya a enclaustrar a una de estas comunidades, no me parece mal acabar ahí mis días, en medio de esas nubes hermosas, de ese café delicioso, de ese ruido en medio de la montaña cuando hay festividad, con el aroma de aire puro que solo puedes obtener en esas montañas eternas, donde los ancestros de los mixes huyeron para sobrevivir, montañas a las que se adaptaron sobremanera pero de la que después sus hijos también quisieron huir, sin saber, tal vez, de la riqueza que tenían, la nación de los nunca conquistados, como se les conoce.

martes, 14 de marzo de 2023

La presbicie y otros horrores

 No hay nada más conflictivo que la resistencia del nuevo presbita, aquel que apenas hace algunos meses veía a los usuarios de lentes bifocales o progresivos como gente grande, como adultos mayores, como viejos, y ahora, que la edad lo ha alcanzado, y lo ha emparentado con los designios del Dios Cronos, se siente abrumado.

Las soluciones ópticas que le ofrecemos, solo le conceden un consuelo raso, una migaja de los tiempos, lo que cae de la mesa celestial de la juventud, el remedio de lo que viene después: la vejez.
Desafortunadamente para ese grupo de personas que se están acercando al decaimiento de sus facultades fisiológicas, la sociedad también les espeta en la cara, lo afanoso del tiempo, ya sea porque ahora se sienten en la desesperanza de que dependan de otros aditamentos que le restringen su libertad de movimiento y de opinión, y ahora que se sienten desamparados y desolados frente a lo que el futuro les depara, se sientan con temor en el sillón de exploración, con las preguntas existenciales que solamente esta civilización les puede generar ¿qué he hecho de mi vida?.
Ya llega el tiempo entonces de observar las posibilidades, ¿y si me opero? ¿la tecnología me daría ojos bionicos? ¿me voy a morir?.
Las dudas son siempre las mismas, salvo algunas variables, ¿me voy a quedar ciego? ¿los lentes me van a curar? ¿qué me puedo tomar para que se me quite?. Observo como mis respuestas poco a poco van engendrando mayores miedos y temores, mayores incertidumbres, y muchas burbujas de ilusión reventadas, chisporroteando por doquier en un desparpajo multicolorimetrico, que se embarran en las paredes del consultorio. La presbicie es la antesala de las canas, de las primeras arrugas que ahora si, ahora si, ya no se borran con el maquillaje, es la antesala de volver la vista atras y observar a los amigos a los familiares que aun siguen a nuestro lado, y muchas veces preferimos que alguien más nos acompañe, quizá por el trauma que representa usar por primera vez estos aditamentos rudimentarios que se llaman lentes.
Es ahí cuando encuentro las mayores molestias, el proceso de adaptación, justo en el lugar donde ya no hay enfoque, donde las soluciones opticas solo nos dejan más dudas que respuestas.
Que si los progresivos son mejores, que si el monofocal toma lugar como una visión panorámica, que si los lentes de contacto pueden ayudar, todo tiene sus propias interrogantes y su propio proceso adaptativo.
Y regresan, oh si, vaya que regresan, por inadaptaciones, por incomodidad, por el mismo proceso que requiere el sacrificio del espacio personal y el juicio de la sociedad: -No te había visto con lentes. -Se te ven hermosos, te dan personalidad. -Ya estas ruco.
Los que se resignan, quizá, los que cada año vienen a recambio, tomando como base la transparencia de sus lentes, son quiza, los más sabios, algo he de aprender de ellos, son almas viejas que saben cual es el recorrido de su alma por el mundo trascendental, que saben perfectamente que la adaptación es el progreso, esos son los menos. Los más regresan por que alguien les dijo que compraran lo mejor, lo más caro, el nuevo filtro, el nuevo diseño, lo que esta de moda.
Es el presbita la imagen de esta sociedad en decadencia.

Cinco etapas de las presbicia.




sábado, 15 de mayo de 2021

Acerca del 15 de mayo

 No romantices al maestro, no por ser el que da la clase y llega temprano al aula, no por su ética o por su integridad, no romantices su sufrimiento, dar clase es lo último que desea, ser un ejemplo es una carga muy pesada, no romantices el dolor que hay detrás de sus penas diarias, de su devenir anquilosado por miles de horas trabajadas y sin remunerar, por el tiempo, que para el se convierten en hilos de plata, en sus ojos cansados y abrumados por las tareas administrativas, no romantices al dolor que existe bajo su andar pausado, en excesiva revisión de sus huellas, de las noches en vela que pasa cuando las evaluaciones están cercanas, de las horas que en casa lo extrañan y lo desean, no romantices su apego a la norma, la cual solo es valida en esas cuatro paredes que se llaman aula, no romantices su cariño por la detección de tus errores, los cuales son más arduos de buscar cuando solo trata de limar la piedra, no romantices el valor que tiene cuando reta al inhumano, al ignorante, al impulsivo, al agresivo, al violento, no romantices su sacrificio, hazle un favor y simplemente pasa por su lado, sin mirarlo, sin tocarlo, solo déjalo seguir ese camino que elige para sufrir y para decepcionarse, déjalo que se hunda en sus libros, en la absorta contemplación de las hojas cuando crecen, tratando de explicarse en esta ocasión que es lo que hizo mal, déjalo a su suerte, morir lentamente en las penurias y vorágine de un sistema que ya lo ha abandonado, y triste, entre una burocracia envolvente, asfixiante; deja que se pudra entre los escritorios roídos de una escuela abandonada y saqueada por miles de niños que nunca vuelven, déjalo que se quiebre como cuando quebraste la ventana de tu escuela y huiste, porque la vida te ofreció algo más y juraste nunca más volver a pisar esa losa, a mirar esos libros, a esforzarte por ese maestro, déjalo ahí, como esos sueños que has dejado de tener.

miércoles, 17 de abril de 2019


Puede que hayas

Nacido en la cara buena del mundo
Yo nací en la cara mala
Llevo la marca del lado oscuro


Jarabe de Palo, El lado oscuro


Hablar de lo cotidiano, parecería fácil, pero no lo es, ahora hasta la cotidiano es cada vez más denso, como el humo que recorre tóxico por la ciudad, dejando una suave brisa cancerosa que se desplaza con cada respirar al interior de mis pulmones vociferantes y sangrantes.

Hablar de la cotidianidad es la esperanza de que todo pueda salir bien, que las cosas cuando las esperas, surgen de maneras incontables para seguir el trazo de lo que ya esta planeado.
Seguir hablando de la cotidianidad es penetrar con una mordaza en el intrincado laberinto de la soledad, las paredes estrechas, el vaho húmedo del baño, el delicado diseño de la telaraña, un dolor de cabeza por el olor nauseabundo que penetra en el aire tóxico, ya no queda nada que decir.

sábado, 5 de mayo de 2018

Anochece en Agua Dulce

Siempre fue difícil recordar, mis primeras memorias están intrincadamente relacionadas con la penumbra, con la humedad, con el calor de ese pueblo.
Cuando la conocí tenia el color de la canela en la piel, una mirada traviesa y muy despierta, con un andar de yegua, como las hembras del sur de Veracruz, de las que nacen ya sabedoras de su poder mágico y cautivador, el cabello negro azuloso, platicábamos poco, realmente aprendí a conocerte con el tiempo, cuando ya siendo mayores nos volvimos a encontrar con realidades muy distintas a las que teníamos cuando niños.
Puedo recordar tu risa, estridente y llena de la algarabía de mi amado Veracruz, puedo recordar tu diario caminar por el pueblo entre las montañas, primero acompañada, luego sola, pero con dos retoños que se parecían más a ti que a nadie más.
Ten cuidado y cuidate mucho, fue lo ultimo que recuerdo haber dicho la ultima vez que te vi, llevamos a los críos a pasear al malecón, me decían tío, aunque sabemos que no era nada de ellos, a veces alguno paso la noche en mi casa, con el arrebato de la pubertad, recordando un poco lo que yo fui cuando te conocí.
Nunca pensé que esa seria la ultima vez que nos veríamos, hoy por anuencias temporales de la vida esta tu cuerpo embriagado de la tierra del sur, anegada a las lluvias y las estrellas, junto a las raíces de los arboles que sabemos, te dieron el ultimo cobijo, aquellos ojos que fueron los últimos que vieron la vida, también se llevaron los recuerdos de comidas y de fiestas, de paseos y de besos.
Aqui donde escribo la vida trascurre al parecer sin cambio, la nota que me llega por trinos y bytes anunciandome que ya no estas, ahora si, de veras, ya no estas entre nosotros.
Solo me gustaria anotar, adios.

viernes, 23 de marzo de 2018

Petreo


Encontrar otra vez el significado, escribir y plasmar la vivencia, cierto que saber no basta, hay que optimizar el tiempo de vida, no se trata solamente de convertir nuestra emoción en algo mas que acción, el pleno goce de la vida que salta de un planeta a otro de una vida a otra.
Y saberlo como ente sensible, como una piedra que en su interior alberga mas que el secreto de la vida.
Composición pétrea de la universalidad.
Y así en la vida, frente a la cotidianidad albergada de la naturaleza, algo de mi se estruja por dentro, una sensación de vacío y de soledad anticipada, ya había platicado con ella del significado de las relaciones malsanas y de la inevitable rueda de moebius que plenifica y simplifica los hechos de vida, las situaciones vuelven a repetirse por que la misma vida en su programacion nihilista carece de la inteligencia del significado, de que le sirve a la oruga saber que se llama oruga?, de que me sirve a mi saber que no estoy donde quiero estar, no por eso dejare de ser quien soy, no por eso dejo de planear cada instante en el mismo momento en que decido llamarme a mi mismo por mi nombre o por el nombre de otro, que sentido tendría entonces saber lo bueno y lo malo, de que me sirve saberlo y si de todas formas la vida seguirá su rumbo, haciendo los ajustes necesarios para poder avanzar, y ver las cosas como las vemos solo nos sirve para darnos cuenta de que es lo que estamos dispuestos a dejar atrás con tal de seguir adelante.

Si en el dielectismo de la filosofía, verdad, necesaria, o no, me presenta los artilugios de la conceptualización, para que usar mi mente en la autodestructiva semántica del análisis.

Saber o no saber, de que me sirve para que parte de mis instintos mas básicos podría yo anidar la pletórica idea de que nada es para siempre, ni el significado ni el concepto, ni la bochornosa necesidad del tedio, o la caprichosa idea del amor, si en el abril de las manzanas las peras nada pueden hacer, si es que otoño e invierno se subsecuentan, si la serpiente baja o sube, si el arquitecto de la unversalidad somos nosotros, si somos el resultado de la evolución universal, si podemos crear y creer, si nuestra mente solo es conducto de las realidades antagónicas de la fuerza indestructible de la vida.

Si saberte cierta si condensarte en mis pensamientos si construir nuevos recuerdos solo vienen con los años, si el reto real solo es aquel que me propongo cuando me levanto cuando levanto u dedo, cuando el cambio solo es aquel que doy en los semáforos, si saberte cierta como otra particular yoista de mi intelecto abstracto y bastardo.

En las pétreas resoluciones de la realidad saboreo en este instante la súbita presencia del viento, el enigmático sonido de las palomas que me sonríen a cada lado, de aquellos vagabundos que se apiadan de mi presencia y me hacen creer que tengo mas que ellos, si esa idea de que soy mas afortunado cuesta la misera moneda que me pide, por supuesto que pago ese precio, al fin y al cabo, no haré la gran diferencia en su vida, pues su vida es en si hacerme creer que tengo mas que el, si pudiera en este transacción salir beneficiado mis ganancias solo me duraran un instante, el cual se desvanece junto al par de monedas que benevolentemente le extiendo desde mi raquítico bolsillo.

Escribir es una cosa rara

  Escribir es una cosa rara, es un evento que suele acompañar las madrugadas descafeinadas, cuando el acoso laboral te deja en visto, cuando...