miércoles, 14 de diciembre de 2016

El oscuro sendero vecinal

Amaneci constipado, la luz brillante del sol quemaba mis pesados parpados, la cabeza latia como esperando erupcionar entre mis sienes, la boca seca, los labios partidos, la sensación de sed y culpa se arremolinaban en la conciencia.
Tenia en la mano el telefono que vibraba con mensajes anonimos, de aquellas noche colerica, de aquel daño irreversible, entre los aromas de flor de naranjo y sarna de perro, el porton estaba cerrado, me quede apoyado en la pared viendo el horizonte y las personas que se integraban a la diaria monotonia, el niño en la escuela, la señora acompañando a su hijo de la mano, viendome al pasar, solo alcance a decirles, buen dia.
La garganta se estremecia, el dolor ascendia, pense que enfermaria, pero no sabia si era el momento de tomar algún antibiotico o dejarlo pasar, la sed, la maldita sed.
Tire las cosas que traia a un lado de la cama, como esperando que por algún milagro cuantico tomaran inmediatamente su lugar, y sin esfuerzo, casi fluyendo, mi cuerpo se hundio en la mullida sabana que me ofrecio una vez mas el consuelo del reposo, mi mente ebullia, la noche no me basto, el día se adelanto y no me dejaria dormir, eso lo pense despues de 2 horas que supe era la hora de irme a trabajar, pero no tenia el animo, la garganta ardia, la sed se desvanecio, era diferente, la cabeza tremulaba, los ojos llorosos me indicaron que algo no estaba bien, no podia respirar.
Mi voz poco a poco se fue desvaneciendo, para regresar dos semanas despues.
Los mensajes anonimos eran violentos.
La sed se desvanecio, el dolor se agiganto, solo supe que era yo por el reflejo desvanecido en el espejo que me devolvia una masa informe y llena de sueño, un mensaje revelador que me decia lo afortunado que era, ademas de guapo, pero no era momento para el chauvinismo, ni momento para esta alejandrina posición de amarme sin reprocharme, vivir sin la culpa, por que no hay algo como una pinza que nos haga deshacernos de ella, extraerla, sacarla, entre visceras y sangre colgarla del primer mecate que tengamos a mano y dejarla ahi a que las moscas, las larvas, las mariposas y los gusanos hagan un festin con ella, quien carajo quiere sentir culpa.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El epitome y las deidades

¡Es correcto afirmarlo!, decían mientras se hablaban entre ellas, los soles se accionan en el paradigma de la soledad.
La soledad se activa cuando el parásito benevolente de la furia se activa dentro del corazón incierto.
Más en cuantos lustros nos daremos cuenta?, hay abismos que nos protegen de la verdad primera.
Nada es lo que parece, la ilusión de lo que veo frente a mis ojos, manipulado fervientemente por el deseo de ver algo al menos, no es acaso la interpretación misogina del deseo reverberante?
A donde iremos a parar, me lo dice, mientras toma en mis manos el acero de una daga para que se lo entierre en el corazón, donde esta la maleta, prepárate para el escape.
Escupe al suelo, quiero verlo al caer, la luz de sus pupilas brillan una vez más, la respiración se agita, marca el lugar de la puñalada, sientes el frió de mis manos, siente el frio del aire húmedo, siente que te puedes morir, no importa.
Que es la realidad al final, solo queremos morir, pero el cuchillo se aprisiona entre mis dedos, se traban los raídos muebles de la articulación dolorosa, es momento de soltar la estocada artera y cobarde que te arrancara el suspiro de vida, la circulación linfática, la corriente sanguínea, la tubería desangrada y abierta de tus venas se vaciara en el suelo donde antes escupiste, lo quiero ver cuando caiga, quiero ver sus ojos derretidos, su vida informe, su hálito que se escapa cuando muera.
Quiero saber me dijo, con esa voz trémula que a veces no sabia distinguir un reproche de un halago, esa voz inerte desde su infancia desde que no la conocía, desde que la supe en mi realidad esférica, en el regazo de un demente sueño donde su cuerpo se escurría entre mis dedos alucinados  y deseosos de correr entre sus piernas, entre sus vísceras aún vivas y excitadas, entre sus pezones amargos y duros, en su sexo débil, suave, perfumado.
Quería verte a los ojos cuando lo hagas me dijo.
Yo dude, no quiero matarla, no así.

Escribir es una cosa rara

  Escribir es una cosa rara, es un evento que suele acompañar las madrugadas descafeinadas, cuando el acoso laboral te deja en visto, cuando...