sábado, 5 de mayo de 2018

Anochece en Agua Dulce

Siempre fue difícil recordar, mis primeras memorias están intrincadamente relacionadas con la penumbra, con la humedad, con el calor de ese pueblo.
Cuando la conocí tenia el color de la canela en la piel, una mirada traviesa y muy despierta, con un andar de yegua, como las hembras del sur de Veracruz, de las que nacen ya sabedoras de su poder mágico y cautivador, el cabello negro azuloso, platicábamos poco, realmente aprendí a conocerte con el tiempo, cuando ya siendo mayores nos volvimos a encontrar con realidades muy distintas a las que teníamos cuando niños.
Puedo recordar tu risa, estridente y llena de la algarabía de mi amado Veracruz, puedo recordar tu diario caminar por el pueblo entre las montañas, primero acompañada, luego sola, pero con dos retoños que se parecían más a ti que a nadie más.
Ten cuidado y cuidate mucho, fue lo ultimo que recuerdo haber dicho la ultima vez que te vi, llevamos a los críos a pasear al malecón, me decían tío, aunque sabemos que no era nada de ellos, a veces alguno paso la noche en mi casa, con el arrebato de la pubertad, recordando un poco lo que yo fui cuando te conocí.
Nunca pensé que esa seria la ultima vez que nos veríamos, hoy por anuencias temporales de la vida esta tu cuerpo embriagado de la tierra del sur, anegada a las lluvias y las estrellas, junto a las raíces de los arboles que sabemos, te dieron el ultimo cobijo, aquellos ojos que fueron los últimos que vieron la vida, también se llevaron los recuerdos de comidas y de fiestas, de paseos y de besos.
Aqui donde escribo la vida trascurre al parecer sin cambio, la nota que me llega por trinos y bytes anunciandome que ya no estas, ahora si, de veras, ya no estas entre nosotros.
Solo me gustaria anotar, adios.

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