miércoles, 8 de febrero de 2012

La vereda

Oigame Compae no deje camino por cojer la vereda... Buena Vista Social Club.

Dejaria de ser yo si de hablar metaforico y plano me evito. Nada es mas aburrido que la palabra sola, sin compañia o imagineria adosada a sus huesos, movimientos plisciformes, que se cuelan en mi lengua, en mis dedos.
Por que al contrario de aquellos que no encuentran un significado lirico, a mi ese significado me parece natural y sedoso.
Pero no podria escribir sin que nadie mas entienda, la semiotica de mis palabras se perderia, olvidadas como cada noche olvido el desayuno del dia anterior.
Entonces escribir metaforicamente como los arboles que cuelgan vida al aire, mis palabras se transforman en necesidades de mi alma, asidas de un cuento, como el que ahora expongo.
Ella se llamaba digamos Celia, una vida solitaria, con esa pesada sensación de hastio cuando te levantas, como dirigiendo una orquesta por rutina, con el marcapaso del tiempo cliqueando en su interior.
A veces las vidas mas solitarias son las mas interesantes, pues en ellas se condensan las gotas de la introspección, el que este libre de conocerse, que lance la primera piedra.
Recorria las calles de la ciudad monotona y fria, con las diarias concupiscencias de su familia y sus amistades, circulos que al entrar te atrapan y dificilmente te dejan escapar, mas nunca estamos conscientes, pues nos atrapan en el aura sigilosa del sueño infantil, cuando aún nuestra conciencia no despierta del todo, cuando despertamos, no podemos distinguir lo que es sueño de lo que no lo es.
Asi pasa pues en la vida de Celia, ella se levantaba en dia común, para pasear eso que llamaba cuerpo a lo largo de miles de rutinas laborales y sociales, mas no es el cuerpo conducto idoneo de sus prejuicios, los cuales también cargaba en la transitada ciudad de su vida.
Celia un dia tomando el cafe matutino se descubrio feliz, al principio no sabia que hacer, esa rara sensación solo aparecia de forma fatua y se consideraba a pesar de agradable,  no muy duradera, como sucede en la mayor parte de los cuentos urbanos, Celia no podia poseer ese sentimiento sin que alguien mas lo notase, cual portador de una plaga que a pesar de ser afectivamente gratificante, resultaba molesta para aquellos que no la poseen, la imaginación es algo que se allana con miles de plagios.
Celia tomo el bus como todos los dias en que se veia forzada a trabajar y en su labor diaria de recepcionista, las rutinas turisticas se adosaban a sus costados, observando en la vida de otros una felicidad que ahora le pertenecia y que no se queria ir ni con el aire huracanado del ruta 20 que la transportaba malefico por esos caminos transitados de las ciudades del centro de México, urbanismos mediocoloniales que se presumen neoliberales, cual mediocridad nacida de su terrea figura.
Su sonrisa entreabierta y la posesión de ese rostro le hacian recordar a la pareja que dias antes llegaron, un par de ejecutivos que habian claudicado de su cuarto lujoso para un encuentro casual, ella vestida con un vestido a flores, él elegante y mesurado, a medias risas y nerviosos, obviamente entregaron nombres falsos, e inmediatamente desaparecieron en los pasillos del hotel, un aroma a complices y amigos, la falta de equipaje la hicieron deducir la ocupación del cuarto que pidieron, y pensaba para ella, si esa falta de sobriedad no es la que le haria falta en su vida.
Celia no se caso, cuando alguna vez aquel novio pretencioso queria escurrir sus dedos entre las carnes fragiles y sedosas de sus piernas, pidiendo amor y prometiendo una sarta de mentiras que Celia detecto y cuya educación clasemediera le impedia liberarse completamente de una boda de blanco detuvo el cometido lujurioso del adolescente. Con dos dedos de frente y una sonora bofetada se alejaron pretenciones amorosas y propuestas matrimoniales, desde entonces, Celia vivio con un candado en su cintura.
No mas alla decia siempre.
Y se fueron alejando, esas promociones que prometian casorio y sueños de refri y estufa.
Mas Celia hoy era feliz.
Y no sabia por que, el camino se abria en puentes y peatones, que apresurados corrian por su espacio prestado en los autobuses y en la calle ocupaban un lugar nimio, apenas perceptibles, todos parte de un enjambre, del panal territorial de una ciudad inconclusa, donde las maquinas taladraban incansables, haciendole perforaciones, nuevas hoquedades, llenando vacios, buscando donde asir los enormes edificios, previendo un nuevo lugar para los proximos peatones, los que nacen hoy, lo que se mueren mañana, por que hasta para los muertos hay fecha de caducidad de sus espacios que despues del vencimiento, los dolientes deciden tirar sus restos a la basura o conservarlos en chistosas cajas de zapatos, para esperar al proximo sobrino o nieto cirujano y que practique sus clases de anatomia.
Celia sonreia en la ventana del bus.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando el bus se paro repentinamente, la calle se abrio con un sonoro estruendo, a escasos metros un alarido se escucho.
¿Eso es un edificio?.

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