domingo, 19 de febrero de 2012

Epitafios y derrumbes.

En el exterior hay una ventisca grisazulosa, la entrada de un relativamente nuevo frente frío, domina el pesar blu de los rostros citadinos, los platos se escuchan chirriantes en el interior de un ventanal, los otros, los demás hambrientos que se quedan callados en el parque, esperando migajas de un comensal.
Los glotones comensales se quejan de la crisis, mientras engullen un sabroso mollete con chorizo.
Los escuálidos mendicientes solo callan y observan.

Nada hay mas cierto que la muerte.

Me distraigo mientras espero, y entre las cosas que un domingo me acercan a la realidad de la cotidianidad, espero pacientemente mientras sigo tomando otro café, mis hermanos todavía en sus clases, obedeciendo a sus propios conceptos, creando su propio sendero.

Navego un poco y reencuentro a Jodorowsky, nada nuevo, solo que se ha vuelto mas viejo, recién cumplió años el multicitado escritor, popular hasta en este lado del charco, leo un blog dedicado a su ideología y encontré algo interesante.

Epitafios humoristicos.

Y también esto que no se donde haya salido, pero que definitivamente me da una idea clara de que irse, es en realidad, llegar.

Epitafio del que ha llegado.

Y es un epitafio que deseo graben en el árbol donde he decidido morar, cuando mi cuerpo sea el mejor conducto de la energía que contengo.

Deseo morar en el Tlalocan.

Tlaloc Icuic.

Ah, Ve a todas partes.
Ahi ve, extiendete en el Poyauhtlan.
Con sonajas de nieblas
es llevado al Tlalocan.


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